Quería salir de allí. Llevaba varios días en ese poblado incomunicado dentro de la isla pasando situaciones difíciles y quería irme a casa, una casa que aún estaba a días de viaje y a decenas de miles de kilómetros. Malí se me había hecho demasiado duro, por diversos motivos. Pero ya estaba en aquella piragua que habría de acercarme a Mopti surcando el río Níger. Lo que aún no sabía en aquel momento ,en el que con mis casi 40 grados de fiebre -y preocupado por el Ébola- estaba viendo como un niño subía con su gallina a bordo, es que me esperaban 20 horas en aquel habitáculo, confinado con cientos de personas, vacas, cabras, cucarachas y ratas. 20 largas horas, en las que no pegaría ojo, y en las que una tormenta tropical nos acecharía. Aún no lo sabía, mientras tomaba esta imagen…